viernes, 21 de junio de 2013

Mi momento musical italiano

En una vieja caja de madera que yo misma decoré hace cientos de años, conservo una vieja cinta de música italiana de mi primer viaje a Italia. De vez en cuando, la desempolvo y la escucho en mi más viejo todavía radiocassette, y puedo recordar, casi a la perfección, aquel maravilloso viaje en el que aprendí, sentí y experimenté tantas cosas.
   Esa vieja cinta guarda una canción muy especial, la canción que tocaba un viejo músico callejero en una pequeña plaza de la ciudad de Boloña, en la que se encontraba una de las iglesias románicas más hermosas que he visto nunca. La canción era del músico italiano Angelo BranduardiVanitá di vanitá, y la iglesia era la de Santo Stefano.
    Ni el señor era un virtuoso de la flauta, ni el instrumento estaba en las mejores condiciones, pero en aquel momento daba igual, la pasión con la que tocaba hizo que la música se pegara a mí de tal manera que no podía dejar de tararearla, casi  sin pensar, y así entramos las dos en la iglesia.
  
   El interior apenas estaba iluminado con unas cuantas velas y unos pocos candelabros. Sus gruesos muros producían ese frío especial  de las iglesias antiguas, en contraste con el inmenso sol y el calor de la calle. El olor de las velas, de la humedad, de los antiguos muros, todo unido a la música que seguía sonando allí dentro, creó una especie de conjuro. De repente, el agobio del calor había desaparecido. El olor a incienso era suave y el murmullo de los visitantes y turistas casi parecía una oración. Mientras recorría la nave central, impresionada por el ambiente, yo seguía tarareando la letra: "sei felice, sei, dei piacieri tuoi" (Sé feliz, sé, con tus placeres).
   ¿Cómo no iba a ser feliz? Mis pies necesitaban un descanso, y también mis posaderas, y allí había encontrado el refugio  que necesitaba: "vivete con gioia e semplicitá, state buoni se potete, tutto il resto è vanitá" (vivid con alegría y sencillez, sed buenos si podéis, todo el resto es vanidad), seguía diciéndome la cancioncilla. En aquel momento no había mayor goia para mí que sentarme sobre las miles de capas de barniz de uno de los antiguos bancos de madera, y tranquilamente, disfrutar de todas las maravillas que había allí guardadas mientras la música todavía me susurraba: " state buoni se potete" (allí dentro era imposible ser malo) "tutto il resto é vanitá" (allí dentro era imposible no ser humilde).
   Los gruesos muros de pequeños ladrillos, los blasones señoriales, las imagines y pinturas románicas que me rodeaban acompañaban a la perfección a ese anciano músico que me trasladó, con unos cuantos soplidos, a los tiempos de quienes llenaron la iglesia de fe, de trabajo y de arte.
   Felicidades a todos en el día de la música.


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