domingo, 14 de diciembre de 2014

El perdón de don Quijote

Nuestro hidalgo, no solo es valiente y justo y caballeroso, también es bondadoso y comprensivo; por eso, ha perdonado mis ausencias y ha valorado mi lucha contra el tiempo. En este pulso, sigo con el brazo a punto de tocar la mesa, pero resisto, mantengo la distancia e, incluso a veces, me separo unos centímetros de la derrota.
   Como el sabe de encantamientos y pérdidas de batallas, perdona mis ausencias y me deja recapitular sus últimas andanzas en esta entrada "dominguera", que serán las que vengan de ahora en adelante.
   Mi última visita encontró con don Quijote enfurecido por la "cruda realidad" que salía de la boca de su escudero, refiriéndose a la supuesta reina Micomicona:
«yo tengo por cierto y por averiguado que esta señora que se dice ser reina del gran reino Micomicón no lo es más que mi madre; porque, a ser lo que ella dice, no se anduviera hocicando con alguno de los que están en la rueda, a vuelta de cabeza y a cada traspuesta». 
   La caballerosidad de don Quijote no podía consentir estas cosas y explotó como un tornado:
«-¡Oh bellaco villano, mal mirado, descompuesto, ignorante, infacundo, deslenguado, atrevido, murmurador y maldiciente! ¿Tales palabras has osado decir en mi presencia y en la destas ínclitas señoras, y tales deshonestidades y atrevimientos osaste poner en tu confusa imaginación?» 
   ¿Cómo acabó la cosa? Con las deudas pagadas por el cura y don Fernando, con la tormenta apaciguada por el buen decir de la discreta Dorotea, con una nueva trama urdida por todos para llevarse de vuelta a nuestro hidalgo, metido en una jaula y haciéndole creer que estaba en una prisión por obra de un encantamiento, y con la reconciliación de Sancho y su señor. Después, todos se despiden, se desean lo mejor, prometen escribirse, lo normal.

   ¿Cómo serán las próximas aventuras de nuestro caballero?: de vuelta a casa, con don Quijote enjaulado: «jamás he leído, ni visto, ni oído, que a los caballeros encantados los lleven desta manera y con el espacio que prometen estos perezosos y tardíos animales; porque siempre los suelen llevar por los aires (...)» y Sancho escamado: «Por Dios, señor -replicó Sancho-, ya yo los he tocado; y este diablo que aquí anda tan solícito es rollizo de carnes, y tiene otra propiedad muy diferente de la que yo he oído decir que tienen los demonios». Y en el camino de vuelta se encuentran con un canónigo y sus acompañantes que, claro está, quieren enterarse del por qué de esa extraña "procesión", y ya enterado de todo, le suelta una buena berborrea sobre los libros de caballerías que, al parecer, había leído de vez en cuando, y que no le gustaban "ni pizca": «-Verdaderamente, señor cura, yo hallo por mi cuenta que son perjudiciales en la república estos que llaman libros de caballerías;». Y bla, bla, y bla, bla...: «(...) y, aunque he leído, llevado de un ocioso y falso gusto, (...) jamás me he podido acomodar a leer ninguno del principio al cabo». Sí, sí, eso dicen todos: «¿Qué ingenio, si no es del todo bárbaro e inculto, podrá contentarse leyendo que una gran torre llena de caballeros va por la mar adelante, como nave con próspero viento, y hoy anochece en Lombardía, y mañana amanezca en tierras del Preste Juan de las Indias (...)?».
   Y así se pasan este capítulo XLVIII el señor canónigo y el señor cura, hablando de lo divino y lo humano sobre libros de caballerías contra grandes obras literarias, sobre memeces que gustan al vulgo y escritores que crean obras maestras. Solo por curiosidad, ¿a que esto os suena familiar?:
«Si estas que ahora se usan, así las imaginadas como las de historia, todas o las más son conocidos disparates y cosas que no llevan pies ni cabeza, y, con todo eso, el vulgo las oye con gusto, y las tiene y las aprueba por buenas, (...), y los autores que las componen y los actores que las representan dicen que así han de ser, porque así las quiere el vulgo, (...); y que las que llevan traza y siguen la fábula como el arte pide, no sirven sino para cuatro discretos que las entienden, (...), y que a ellos les está mejor ganar de comer con los muchos, que no opinión con los pocos, deste modo vendrá a ser un libro, (...). Y, aunque algunas veces he procurado persuadir a los actores que se engañan en tener la opinión que tienen, y que más gente atraerán y más fama cobrarán representando comedias que hagan el arte que no con las disparatadas, (...), que no hay razón ni evidencia que dél los saque». ¡Ay! ¡Qué poco hemos cambiado!
   
Y para ir acabando con este reencuentro que he tenido con nuestro caballero, me despediré con el capítulo XLIX, una auténtica maravilla de diálogos entre la razón y la sinrazón, entre lo que ven los ojos de Sancho y lo que imaginan los de don Quijote. Dejamos a los dos hablando sobre las necesidades humanas:
«-(...) y así, porque hace al caso a nuestro cuento, pregunto, hablando con acatamiento, si acaso después que vuestra merced va enjaulado y, a su parecer, encantado en esta jaula, le ha venido gana y voluntad de hacer aguas mayores o menores, como suele decirse. -¡Ya, ya te entiendo, Sancho! Y muchas veces; y aun agora la tengo. ¡Sácame deste peligro, que no anda todo limpio!».
«-¡Ah -dijo Sancho-; cogido le tengo! Esto es lo que yo deseaba saber (...). De donde se viene a sacar que los que no comen, ni beben, ni duermen, ni hacen las obras naturales que yo digo, estos tales están encantados; pero no aquellos que tienen la gana que vuestra merced tiene. -Verdad dices, Sancho (...), pero ya te he dicho que hay muchas maneras de encantamentos, (...), y que agora se use que los encantados hagan todo lo que yo hago, aunque antes no lo hacían».
   El pobre Sancho está que no vive pensando en cómo liberar a su amo. Consigue que el señor cura le deje salir para "aliviarse" y, bajo palabra de honor de no escapar, don Quijote abandona su prisión, estira las piernas, hace lo que tiene que hacer y se dedica a discutir con el canónigo sobre libros de caballerías.
   Y aquí les dejamos: discutiendo, batallando, defendiendo posturas y admirándose mutuamente de la ignorancia del otro.
Gracias mi amable caballero por dejarme acompañarle de nuevo.

10 comentarios:

  1. Cada vez estoy más convencida de que estaba como un a cabra y más que Santo Job debería ser Santo Sancho. Besos.

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    1. Eso es lo grande de estos dos: cómo demonios se complementan tan bien ;D. Abrazos.

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  2. Me tengo que poner al día, así que no te leo para no saber spoilers! 1beso!

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  3. Yo soy muy pero que muy fan del amigo Sancho ;)
    Besos

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  4. hola yo aún no me he animado con esta historia, tengo el libro esperándome desde ni se sabe, ya veré chao

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  5. De verdad que no hubo pareja más extraña en la literatura que Quijote y Sancho
    Besos

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  6. Aquí otra que no tiene perdón porque todavía no me lo he leído, y no será porque no lo tenga, que a falta de una edición tengo dos, pero siempre que me acuerdo de él siempre pienso que en ese momento no tengo la suficiente calma para disfrutar de la historia. A ver si le pongo remedio a ésto pronto ;)
    Un beso muy grande y que sigas disfrutando su lectura mucho!! :D

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  7. Qué inteligente este Sancho, cómo deduce y llega a conclusiones... hasta que don Quijote, más inteligente aún, le da de nuevo en qué pensar.
    Qué bien están estas entradas para recordar a estos sabios y reflexionar sobre el ser humano :)
    Saluditos!

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