Imaginaos a una chica sueca, con una vida tirando a triste y solitaria, que se acaba de quedar sin trabajo después de años de currar en la misma librería, y que tiene una madre que la sermonea como un zumbido constante en su oreja. ¿Qué haríais? Huir, ¿no? Al fin del mundo si es posible.
Pues eso es lo que hace nuestra protagonista. Coge el petate y se larga lo más lejos que puede, concretamente a Iowa, en los EEUU, a visitar a una señora ya mayor con la que ha establecido una gran amistad a través de varias cartas que se han ido intercambiando sobre libros, escritores y, más tarde, sobre su propia vida.
Amy, la señora de Iowa, invita a Sara, la chica sueca, a que aproveche su despido para pasar un largo verano en su casa, conocerse por fin personalmente y compartir "en vivo y en directo" lo que habían compartido por carta. Y ni corta ni perezosa, nuestra sueca se lanza a la aventura.
Al llegar allí se encuentra con que "Amy ya no está entre nosotros", con un pueblo, Broken Wheel, que parece sacado de un libro sobre la América profunda, y con unos habitantes que son los típicos personajes de una película de sobremesa. Obligada por la mandamás de la localidad, encargada de hacer cumplir las últimas voluntades de la difunta, a vivir en la casa de esta, se encuentra rodeada de todos los libros de su amiga por correspondencia y de todos los vecinos que la quisieron y la respetaron hasta el punto de encargarse de esa guiri sueca tal y como lo hubiera hecho la propia Amy, les guste o no, ya que así había sido acordado en "junta municipal".
Así, Sara irá conociendo a "las fuerzas vivas" de Broken Wheel que no la recibirán por igual, claro está, ni verán con buenos ojos que se quede más tiempo de lo razonable. Pero Sara es una sueca muy firme en sus decisiones, que no está dispuesta a amedrentarse y que se pone como tarea que cada ciudadano encuentre el libro que le corresponde.
Y así es como se desarrolla la historia, a través de las relaciones entre los personajes y de los sentimientos que se desatan por todos los acontecimientos que vienen a trastocar la rutina ya establecida en la vida de este pequeño pueblo. No es una historia muy original, ¡vaya!, una extraña que viene a alterar esa rutina y que saca a la luz lo bueno y lo malo de gente pintoresca y diferente. Una extraña que también ve como cambia su forma de ser y de ver la vida. Bastante manido, ¿no os parece?
Eso pensaba yo mientras iba avanzando en la lectura. Estaba llena de tópicos que había visto miles de veces en el cine y que había leído otras mil en los libros, y estaba llena de personajes a los que también había visto miles de veces en esas pelis y en esos libros. E, incluso, podía imaginar algunas de las cosas que iban a suceder. Y, sin embargo, no podía dejar de leer.
Estoy segura de que era por la manera en que Katarina Bivald lo contaba, por su lenguaje sencillo y fácil y, sobre todo, natural y cercano. Por sus personajes bien construidos, a pesar de ser arquetipos. Por las constantes referencias a autores y novelas de todos los tiempos, aunque he echado en falta literatura española (estos suecos solo parecen conocer Ibiza). Y por las historias de algunos de sus protagonistas. El caso es que la he leído con gusto, disfrutándola, sin grandes pretensiones porque, desde el principio, supe lo que me podía encontrar, y reconociendo en el fondo de mi ser que, hace algunos años, yo también me hubiera ido al fin del mundo para ver si conseguía darle un vuelvo a mi vida.
A pesar de sorprenderme la maravillosa integración de una sueca que no había salido nunca del pequeño pueblo de Haninge, con unos auténticos americanos de Iowa, como si no hubiera cultura o frontera que los separase, confieso que lo he pasado bien con esta historia ligera, a veces sensiblona, pero siempre efectiva, llena de los resortes típicos para enganchar al lector que solo busca entretenimiento, pero tan bien manejados que ha conseguido que me metiera en la historia y que fuera una más en el pequeño y pintoresco pueblecito de Broken Wheel, Iowa.
P.D.: Al parecer, esto se llama género fell-good, una historia con "buen rollito", I suppose. ¡Ay Señor!